martes, 15 de marzo de 2011

¡ Clama !


Genaro fue despedido del empleo hace un mes. La esposa, deprimida, fue a parar al hospital: los exámenes médicos revelaron que ella tenía un cáncer terrible, y no lo sabía. Para completar el cuadro de tragedia, este es el cuarto mes que Genaro no paga al banco el préstamo de la casa, y está amenazado de perder el inmueble.


Hay momentos así en la vida. Tú sales a la calle; las personas corren de un lado a otro, en pos de sus sueños, pero a nadie le importa lo que te sucede a ti. Te sientes solo, y olvidado hasta de Dios.

“Clamare al Dios Altísimo, al Dios que me favorece” Salmos 57:2. Es natural. El salmista también paso por momentos difíciles en su vida; todos los pasamos. A veces, el sol brilla esplendoroso, el cielo azul no trae ni una nube que opaque la belleza de tu día; pero de repente, cuando menos lo esperas, parece que todo se pone cabeza abajo y pierdes el control de la situación.


Cuando la noche envolvió la vida del salmista, afirmo: “clamare al Dios altísimo, al Dios que me favorece”
El Dios del salmista es un Dios altísimo, que puede hacerlo todo; ese Dios no duerme en las páginas de la biblia. Es también tu Dios, vivo y actuante. Por tanto, hoy clama a tu Dios. llora delante de el; derrama el alma a Dios; reconoce, como un niño indefenso, que necesitas la ayuda del padre.


A veces, Dios permite que lleguemos a una situación sin perspectivas, sin salidas, sin ventanas, a fin de que solos en la oscuridad de nuestros temores, en el dolor de nuestras heridas y en la desesperación de nuestra capacidad, aprendamos a depender del Dios altísimo.


Amaneció un nuevo día. Mira por la ventana. ¿Solo ves nubes negras y tormenta? No importa: detrás de esas nubes negras, brilla un sol indestructible; ninguna tormenta será capaz de apagar su llama viva. Pero, el sol es apenas un astro. Más allá de los planetas y de las estrellas; por encima del cosmos inaccesible, está el creador del sol: es tu Dios altísimo. Clama a él, sin miedo. Te entenderá y te oirá porque, un día, lo dejo todo y vino a buscarte en la persona maravillosa de Jesús.
Inicia hoy la carrera de tu vida, arrodíllate, y di en tu corazón: “Clamare al Dios altísimo, al Dios que me favorece”. 


Hoy puede ser el mejor día de tu Vida, clama y el Señor te responderá.

lunes, 14 de marzo de 2011

¿Quien Te Hace Sufrir?


El ser humano a lo largo de los tiempos ha luchado por descifrar el misterio del dolor. ¿De dónde viene el sufrimiento? Hay personas que creen que Dios es un ser con los ojos abiertos, que observa la conducta de las personas con la intención de castigarla si no se portan bien.

Esta es una idea diabólica. Fue el diablo que se presento un día delante de Dios, y lo desafío con relación a Job: “Quítale todo lo que tiene”. Sin embargo, la Biblia afirma categóricamente que Dios no quita nada; el jamás envía el dolor. ´Porque yo se los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis´. Jeremías 29:11. En este texto el Señor afirma que sus pensamientos, con relación a los seres humanos, son “pensamientos de amor y no de odio, de paz y no de guerra”

                El dolor es fruto del pecado; no necesariamente del tuyo, sino del pecado como rebeldía universal. Nació en el corazón del enemigo de Dios. El diablo te hace sufrir, y después te lleva a pensar que fue Dios quien te castigo. ¿Para qué? Para que te reveles contra el Creador y trates de vivir la vida solo, siguiendo tus propios instintos y provocándote más dolor.

                Si fuera verdad que Dios es el causante del sufrimiento humano, entonces la No existencia divina significaría la ausencia del dolor. Es un asunto de simple lógica ¿No lo crees?

                Tal vez hoy es uno de esos días terribles en tu vida. Tu corazón está a punto de explotar; no sabes qué hacer ni para donde ir. La vida te dio las espaldas. Cometieron una injusticia horrenda contra ti, y de repente te ves tentado a pensar que, de algún modo, Dios tiene que ver con la causa de tu dolor. No lo hagas. Detente, piensa y medita en las intenciones que Dios tiene para ti: “Pensamientos de amor y no de odio, de paz y no de guerra”.